23 de julio de 2016

Diario de viaje - 29: Más (no)despedidas y viajes solitarios

1 - Cero sentimentalismo.

Hoy fue un día interesante. Si por interesante se entiende que estoy muerta de cansancio y siento, al mismo tiempo, que no hice nada. Me levanté a las 5:15 de la mañana. Horrible. ¿Ya he dicho que odio madrugar? Pues odio madrugar y peor si es en vacaciones. Teníamos que estar en los autobuses a las 6:45 am, sin retrasos. Meta cumplida. 

Lo primero que hay que decir es que se adelantó mi despedida con mis amigas. Tenía planeado pasar el día con ellas en el aeropuerto y decirles adiós allí, verlas dirigirse al avión y continuar mi camino. Habría sido maravilloso, pero también complicado y costoso. Resulta que habían 3 autobuses: el primero iba a Victoria Station y los dos últimos, a Heathrow. Caro y Laura se fueron en el segundo, yo fui en el primero. He de admitir que me pareció una despedida fría. Curiosamente, fue mucho más emotivo anoche, cuando acompañamos a Ben, Maddie, Jenny y Dana. Esperaba un fuerte abrazo y sentí un pequeño nudo en mi garganta y lágrimas aproximándose, cosa bastante rara en mí. Tengo la tendencia a vivir las despedidas como lo que son: una parte natural del proceso llamado vida. Aun así quería llorar. Pero no sentí la acogida, el espacio seguro. 

Tal vez estaban conteniéndose, evitando alargar la cosa y exponerse. Ambas admitieron antes que no les gustan las despedidas. Y lo entiendo, no son placenteras. Pero yo quería vivirlo. Ellas mencionaban nuestros planes para el próximo año, pero no era eso lo que necesitaba, yo quería una clausura. Tal vez yo siento que no las volveré a ver y ellas de verdad creen que nos reuniremos de nuevo, y eso marcó la diferencia. Sea como sea, las llevo en mi corazón. No diré que las amo, como Dana, porque para mí esas palabras son demasiado fuertes y un mes, por más maravilloso que sea, no me da la certeza de decirlo. Pero, definitivamente, las llevo conmigo. Y tal vez eso sea más que suficiente. 

2 - Viajando sola: La Odisea 

En el autobús intenté dormir. Misión semi-cumplida. Al llegar a Victoria Station decidí que antes que nada debía recoger los tiquetes del tren de mañana y fue ahí donde empezó mi “odisea”. No recorrí mucha distancia, pero sí subí y bajé escaleras innumerables veces con una maleta en la espalda, un bolso de mano y una súper maleta de 18 Kg.  Horror. Mi viaje fue el siguiente: 1) de Coach station a 
la Underground Sation. Bien, una de las estaciones con más viajeros en Londres y resulta que no tiene escaleras eléctricas para ir al subterráneo. Ah, pero hay un plan de renovación con proyección a 2018. ¡Hurra! Bien por los londinenses del futuro, mal por mí que lo necesitaba ya. 

2) Cuando llego a la máquina de tiquetes después de hacer fila durante un tiempo el operario me dice que tengo que ir a las máquinas de arriba. Yo y mis 3 maletas. Ok, si no hay de otra...

3) Cuando llego a las máquinas de arriba y hago toda la fila (¡2 veces! Una máquina tenía problemas de impresión) acepto que no voy a poder reclamar mis tiquetes en esas máquinas, ya que no tengo la tarjeta. El pánico me carcome. Ya pagué por los tiquetes de forma online y no tengo con qué comprarlos de nuevo, y si no tengo tiquetes, automáticamente pierdo también el dinero de la entrada. Mis amigas se fueron, estoy sola en esta ciudad.  Nadie en quien apoyarme durante los días que me quedan aquí.

4) Afortunadamente, mis maletas y yo perseguimos a la mujer que arregló la máquina, descubriendo 
que sí íbamos a poder viajar. Otra fila. Más larga. Hace calor y he estado corriendo por toda la estación con mis maletas. Estoy sudando y tengo hambre (no desayuné bien y ya es hora de almuerzo), pero al alcanzar la taquilla el buen hombre me entrega mis tiquetes. Qué alivio. 

5) Yo y una de mis maravillosas ideas: tomar el subterráneo es caro (realidad), mejor intento con un 
bus. Y eso significa volver a salir de la estación, caminar bajo el sol y arrastrar mis maletotas por 
todo el lugar. Si es más barato, vale la pena, ¿no? Pues no. Porque no existe ningún bus que me 
lleve así que, al final...

6) debo volver a la estación, volver a bajar y subir escaleras con mi pesado y estorboso equipaje, y 
volver a hacer fila para comprar el tiquete.  Al final lo logré.  Llegué a mi hostal medio muerta, pero llegué.

El resto del día fui al Imperial Museum of War, pero estaba cerrado por el horario. No importa, camino en el hermoso parque que lo rodea y admiro el Jardín Tibetano de la paz, justo en frente del 
Museo de la Guerra. También fui al mercado de Elephant & Castle, pero no había mucho que mirar.  Estoy muerta.  Me estoy quedando dormida mientras escribo esto: hasta mañana.

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