31 de diciembre de 2016

La la Land

Lloré.  Porque fue una de esas películas que confirman cosas en las que crees y presentan fragmentos de la vida de una forma hermosa, pura.  Creo que va más allá de una película de amor o sueños o música, se trata de la enseñanza alquímica de que para ganar algo, otro algo debe sacrificarse, de que tomar un camino significa abandonar otros, de que para alcanzar un sueño se debe renunciar a cosas, hacer sacrificios.  De cierta forma, ellos sacrificaron su amor, ese que los empujó a cada uno en la dirección que necesitaban.  No pude evitar pensar "habrían sido felices" o "si tan sólo él hubiera estado ahí, las cosas habrían sido diferentes".  Pero no se trata de eso, no se trata de eso.  Es más un "estuvieron en el momento en que debían", aprendieron lo que era necesario y siguieron su camino.  Y, obviamente, hay melancolía y un pequeño dolor por aquello que pudo ser, pero no fue.  Porque, de cierta forma, nunca hubo un cierre como tal, se lo dejaron a las circunstancias de la vida, dejaron que ésta decidiera en lugar de hacerlo ellos mismos.  Así que sí, hay melancolía, hay pérdida y nostalgia por lo imposible.  Porque se amaban y nunca dejaron de hacerlo y, probablemente, nunca lo harán, tal y como ella dijo, pero ahora todo queda confinado a un rincón en la memoria, a un hermoso recuerdo.  Pero más allá de la melancolía y un amor que perdura en la memoria está la vida, esa que cada uno eligió, están los sueños por los que cada uno lucho, decidió y, al fin, alcanzó.  Están los mundos que construyeron aparte.  Y por eso hay también alegría.  Por eso se miran a los ojos al final y se sonríen, sabiendo que valió la pena y que cada uno lleva al otro a su manera, hacia adelante, aunque separadamente.  Por eso ella ahora ama el jazz y el club de él se llama Seb's.  Porque así es la vida, porque debían seguir y lo hicieron.  Y son felices con eso.