11 de julio de 2016

Diario de viaje - 17: Viejas calles nuevas

Es increíble que ya lleve 17 días en Inglaterra.  Todo ha sido maravilloso.  Tal vez la única decepción que me he llevado durante este tiempo haya sido no poder tomar malteada ayer porque el café cerró mientras estábamos en la cima de la colina, junto al Belvedere.  Oh, qué gran decepción.  Repito, todo ha sido maravilloso.

Parece que no voy a poder ir a Tintagel, antiguo hogar de Morgana y lugar de concepción de Arturo.  Aparentemente, un tren y tres buses es demasiado ajetreo para mis queridos compañeros.  No lo discuto, pero sigo pensando que vale la pena.  Quién sabe, tal vez logre convencerlos.  Si no, iremos a Bristol, que no es un plan para nada desdeñable.

Hoy tuve clases común y corriente.  Curiosamente, me es más fácil llevarme bien con mis compañeras chinas, que no conocen tan bien los temas y se expresan con dificultad en inglés, que con mi compañera española. Tal vez es porque nos parecemos: ambas tenemos carácter fuerte, ambas creemos tener la razón y odiamos ceder.  Pero cuando discutimos y concordamos puede ser bastante interesante.  Es bueno  tener a alguien que conozca los temas tanto como tú, hace la clase -hasta ahora básica- amena.

¡Mañana tenemos nuevamente Pub quiz!  Esperemos que sea tan divertido como el primero.

Pdta.: la publicación se llama así porque hoy, por fin, conocí por dentro la Catedral de Exeter, que sólo había podido apreciar, en numerosas ocasiones, de forma apresurada.  Asistí al Servicio, que consistió mucho más en canciones interpretadas por el coro que en homilías, lo que fue grandioso, teniendo en cuenta la resonancia de aquel lugar y la compañía del órgano.

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