15 de diciembre de 2014

Cuento corto

Federico se levanta después de escuchar por tercera vez la alarma de su celular.  Toma una ducha, se viste, desayuna y se cepilla los dientes.  No tiende la cama.  Antes de salir se asegura de llevar las llaves, la billetera y, por supuesto, su celular.
Camina hasta la parada del autobús y espera en silencio los primeros dos minutos.  El bus no llega. Federico saca sus audífonos y se desconecta del mundo. *Ti rin* una notificación ilumina la pantalla de su aparato, Federico sonríe y le contesta a su amigo que no sea tan jodón, que sí le va a presentar a Camila, y sigue escuchando música.
El bus pasa justo cuando Federico alza la mirada, por lo que lo para y alcanza a subirse antes de quedar como sardina entre la registradora y la puerta.  En el transcurso del viaje diferentes personas suben y bajan del bus, pero él ni las distingue, está viendo el top 10 de canciones de la semana.  Diez minutos después, una persona se levanta de su puesto y Federico se sienta junto a la ventana.  Revisa los mensajes de su correo electrónico.  En ese momento se sube al bus una mujer hermosa, tiene cabello largo, labios carnosos y ojos alegres.  Recorre con la mirada el bus en busca de un puesto vacío y detecta las intenciones de bajarse de la mujer de gris junto a Federico, así que rápidamente se sitúa a su lado.
Transcurridos cinco minutos, la mujer se baja y ella se sienta.  Lleva el bolso en su regazo. 

Mientras el bus sigue con su ruta, ella mira hacia la ventana y repara en Federico.  Cabello alborotado y ojos en la pantalla de su celular.  La mujer sonríe y se arregla el cabello disimuladamente.  Él no lo nota.  Tras un leve roce, patrocinado por un hueco en la vía, pero que pasa inadvertido para Federico, ella mira hacia el frente y no intenta nada más.  Unos minutos después, al llegar a su destino, se levanta y se baja del bus.
Federico acaba de perder a la mujer de su vida y ni siquiera lo sabe.  *Ti rin* Una notificación ilumina la pantalla de su celular.  Jamás lo sabrá.

16 de noviembre de 2014

1 de noviembre

Preguntándole a la gente parece ser que la "crisis" es normal.  Preguntas como "¿qué he hecho con mi vida?" y "¿qué carajos voy a hacer?" suelen aparcer con frecuencia en las conversaciones de los que, como yo, llegan al segundo piso.  No obstante, dejando de lado lo normal de la situación, ¡que viva el drama, porque para eso tengo un blog polvoriento!
Mi conclusión de ese día fue -como podía esperarse desde el momento en que la leí-:
«He cumplido veinte años.  Y debo pagar un precio por seguir viviendo.»
~Haruki Murakami, Tokio Blues.


23 de agosto de 2014

Confusión

Es una ironía que en días como estos ni siquiera las cortinas oculten la luz.  Debería llover.  Con truenos.

8 de agosto de 2014

25 de junio de 2014

Yo destilo



...Sólo que hace mucho que no puedo.

31 de mayo de 2014

Texto sin nombre - 3AM

Esto lo escribí el año pasado (24 de mayo 2013) para un concurso que, obviamente, no gané.  Una conclusión es clara: debo aprender a 1. dar miedo, y 2. escoger títulos menos evidentes.

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Siempre quise escribir. Algo intenso y genuino, real, algo que fuera digno de leerse. Muchas veces lo intenté, las palabras surgían y salían desbocadas de mi mente para plasmarse en el papel y, me atrevería a decir, eran bellas palabras. El problema es que nunca me satisficieron, nunca fueron lo que quise. Toda la intensidad, la alegría, la tristeza, la rabia, la desesperación de mis pensamientos se perdía en algún punto… lo que escribía era irreal, estético pero artificial, no tenía alma. Entonces, ¿por qué ahora? ¿Por qué en este justo instante? Me embarga la desesperanza de saber que éstas serán también palabras vacías, sin alma, pero tengo que hacerlo, si no es ahora ya no será. Lo sé, lo siento. 

En el palpitar acelerado de mi corazón lo siento. En la tensión de mi cuello, en el vello erizado de mis brazos y mi piel de gallina lo siento. Mi respiración agitada me lo dice, mis ojos ven las sombras acercarse, cernirse sobre mí para volver a alejarse. Mis ojos perciben pasos que se acercan, veo cómo la perilla de mi puerta gira y la madera cruje y por un momento pienso que al fin se acabará todo, que este pánico y esta paranoia de los últimos días por fin terminará cuando lo que sea que haya tras la puerta se decida, al fin, a acabar conmigo. Pero mi esperanza de un fin rápido se desvanece, la puerta no se abre, los pasos se detienen y se alejan, la madera ya no cruje, la temperatura vuelve a normalizarse y la opresión de mi pecho que me impide respirar se disipa, mis manos dejan de temblar... ¡¿Hasta cuándo?! ¡No más, no lo soporto más! Desde ese día en que mis ojos vieron lo que no debían no he tenido descanso, desde que vi esa sonrisa maliciosa anunciando mi desdicha la angustia de saber que en cualquier momento eso puede volver me consume, me trastorna, me sobresalto con el más mínimo ruido. No he vuelto a ser el mismo, ya no lo seré. A veces me descubro con las manos en la cabeza tirando de mi cabello, sin poder apartar mi mirada de la puerta que atranqué con la silla del escritorio y el baúl de caoba, ¡como si eso sirviera de algo! ¡Como si una silla de madera vieja sirviera para algo! ¡Como si tuviera una oportunidad! Por eso me decidí a escribir de nuevo. Aunque sean vacías mis palabras, aunque no trasluzcan mi pánico, mi desesperación, mi miedo, mi ira, mi… Debo hacerlo si quiero conservar mi cordura, debo hacerlo porque no tendré otra oportunidad. Ya lo decidieron. Moriré.


Otro día que pasa, ¿o fueron dos? El tiempo se me escapa, es como el aire, indomable, etéreo. No sé si llevo un día o un mes, no sé si desde que desperté pasaron dos horas o un minuto. ¿Importa? No, al fin y al cabo, no hay solución. Momento, ¿qué fue eso? Nada, nada, a veces pienso que ya perdí la cordura, que éste es mi delirio, a veces escucho como si algo se acercara aunque no sea cierto, como si… espera, ¿qué fue eso? Aguzo el oído pero no distingo nada, ¿fue real siquiera? En ocasiones deseo salir corriendo, gritar por auxilio, pero sé que todo sería en vano. Terminaría con una camisa de fuerza, encerrado, aún más, y entonces sí que sería mi fin. Aquí por lo menos soy libre, puedo ir a la alacena de la pequeña cocina de mi pequeña estancia con un palo en las manos y el terror a flor de piel, puedo volver corriendo a mi catre y enrollarme en la cobija, puedo caminar y volver a asegurar la puerta, puedo armarme con un cuchillo de cocina desgastado… eso es libertad, es la que me queda. En un manicomio no tendría ni eso, tal vez estaría más seguro, tal vez la compañía… ¡No, ahora sí lo escuché! Mi garganta empieza a cerrarse, mi corazón se acelera, los pasos retumban, se escuchan enormes en el silencio, noto como mis manos empiezan a temblar ¿por el miedo o por el frío que percibo? Ja, ¿importa? Ja, ja ¿hoy hizo sol? No sé, las cortinas estaban cerradas, sí, debió ser un día soleado, ¡por eso cruje la madera! Ja, ja, ja, alguien se acerca, ja, ja, ¿por qué escurren lágrimas de mis ojos, por qué se me eriza la piel? ¡Joder, porqué se apagan las lámparas de aceite!, ¡porqué escucho que gira la perilla de mi puerta! Ja, ja, ja, sí importa, ¡sí importa, maldita sea! ¡¿Por qué se abre la puerta?! Ja, ja, ja, ruedan lágrimas por mis mejillas, ¿cómo era? In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti, ¡In nomine, ja, ja, Patris, et Filii, et Spiritus Sancti! ¡¿Qué demonios es eso?! 

La sombra se cernió sobre mí, eso me atrapó, cerré los ojos, sólo pude gritar…



Me incorporé bruscamente, respiraba agitado y tenía todo el cuerpo sudoroso. En mi cama, las sábanas revueltas. Volví la vista y el reloj de mi mesa de noche marcaba en números rojos las tres de la mañana.

16 de abril de 2014

Ahora...

Tal vez eso era lo que me faltaba: ver terminado lo que una vez empezó.  Ahora están terminando lo que hace años quedó a medio construir, a medio destruir. Y, contrario a lo que supuse, se siente bien.
Pensé, como persona drástica que soy, que tenía que empezar de nuevo en otra parte, quemar todo y abandonar los escombros.  Pero no.  Tal vez lo que necesitaba era precisamente esto, concluir y reordenar, poner baldozas en el piso desnudo y pintura nueva sobre la vieja.  Tal vez no hay que ser tan dramática y en cambio entender que un cambio drástico no siempre requiere reducir todo a cenizas, tal vez...
Ahora se siente bien, después... también :)

Hábitos

El ser humano es un animal de costumbres.  Yo me habitué a la tristeza, incluso empecé a buscarla en las ocasiones en que no me acompañaba.  Me acostumbré a romperme los labios, a sangrar ante la ansiedad.  Horribles hábitos, perjudiciales vicios...  ¿Y ahora cómo me los quito?
                    
                        

15 de marzo de 2014

Murakamica

"«¿Cuántas decenas, no, centenares de domingos como éste me quedan por vivir?», me pregunté.  «Domingos tranquilos, apacibles y solitarios», dije en voz alta.  Los domingos no me doy cuerda."



Afortunadamente, hoy es sábado.

3 de enero de 2014

Propósitos de Año Nuevo

Bien, espero cumplirlos.  Necesito mejorar...

1. Tocar mi violín, mínimo, dos veces por semana.
2. Hacer ejercicio.  Sí, e-jer-ci-cio  ¿Cuánto?  Más que el que hago ahora :P
3. Planear detenidamente el viaje, ésta vez en serio.
4. Conseguir un trabajo más regular que el ocasional que ya tengo (ver punto 3).
5. ¡Dejar la pereza!
6. Mantenerme positiva.  Hay que ser más optimista.

Si se me ocurre algo más, lo anotaré después.  Para finalizar, un poco de humor: