25 de octubre de 2010

¿Optimismo? o.o? XD

¿Sabes algo? Hace algún tiempo que no decía esto: ¡me siento muy bien! ^^

Aparentemente no ha pasado nada inusual, pero, tal vez es por eso que me siento bien. No estoy triste ni melancólica, y mucho menos anestesiada. Sólo… me siento bien.
Alguna vez dije que lo mejor era siempre tratar de ver al sol o a la luna que se escondía detrás de los nubarrones grises, pero en este justo momento no tengo necesidad de eso. Puedo verlo y verla claramente, sin necesidad de “mirar más allá”. Es tan… extraño XD ¡pero me gusta!
“I feel good, nara nana nana na” XD Me siento bien, hasta diría que feliz. Es tan… inusualmente fantástico jajaj, no sé cómo describirlo. Sólo digo que me gusta.

11 de octubre de 2010

"Terciopelo rojo"

El color del esmalte de las uñas con las que se tocaba los labios era morado berenjena. Se proyectaba de una linda manera en el espejo del tocador. Pero ahora lo que tocaban sus dedos no eran sus labios, sino su cuello. Recorrían suavemente la línea de su clavícula y dibujaban, como un ciego lee su libro escrito en braille, cada trazo del dige de su collar.

Se preguntarán en qué pensaba. O más bien, en quién pensaba. El sentido común direcciona su pensamiento a los brazos del amante que pronto regresará o que se acaba de marchar, ¿no es verdad? En los recuerdos de sucesos pasados o, incluso, en los anhelos de momentos futuros. Pero esto no se trata de lo que el sentido común indique, puesto que, en lo que pensaba estaba muy lejos de lo que la gente común pudiese imaginar. Aquella del esmalte morado berenjena pensaba en la muerte.

La Muerte. Sí. Ella pensaba en la muerte. Con delirio, con deseo. La añoraba más que a nada en este mundo ¿Ó pensaba, acaso, en El Ángel de la Muerte? Hmmm… digamos que pensaba en los dos. En uno más que en otra, pero en los dos. Con delirio, con deseo, sus dedos recorrían su clavícula, y agarraban mechones de su rojizo cabello y jugueteaban con ellos, formando bucles entre sus dedos índice y pulgar. Pero aunque sus dedos con uñas morado berenjena cambiaban de lugar, sus pensamientos permanecían constantes.

Repentinamente, El Ángel de la Muerte escuchó, o más bien, vio su latente llamado y lentamente, apasionadamente la tomó en sus brazos y la llevó consigo, no sin antes haber depositado el último y más exquisito beso sobre sus labios rojo carmesí.

Tenía los ojos verdes

Anoche vi un lobo. Tenía los ojos verdes. Me atemorizó y emocionó al mismo tiempo. No venía a verme a mí, pero yo sí lo vi a él. –“Me recordó a La Nada de La Historia sin Fin” –Cosa graciosa la que dijiste porque, a mi parecer, era demasiado blanco para ser La Nada.

No pude dormir durante los primeros cinco minutos que siguieron a mi decisión de aceptar el sueño, pensando en aquel lobo. Sintiéndolo cerca, sintiéndome observada. Sintiéndome –con justa razón –paranoica. Pero luego dije “¡Ah, querido, te equivocas de piso!” y me dormí, no sin antes escrutar “la nada”.

Deberás perdonarme, por mi culpa no pudiste dormir XD pero fue tan repentino que no pensé en las consecuencias de revelarte lo que mis ojos veían y lo que tu dedo parabólico sentía XD Sabes a lo que me refiero.

En fin. Era un lobo y tenía los ojos verdes. XD

Irremediablemente sola


Octubre 9 de 2010


Irremediablemente sola, perpetuamente insatisfecha. En el constante devenir del tiempo las personas vienen y van. Vienen y van. Pero nunca se quedan. "Nuestro gran tormento en la existencia proviene de que estamos eternamente solos, y todos nuestros esfuerzos, todos nuestros actos no tienden más que a huir de esa soledad.”
Podrás compartir con las personas tiempo, experiencias, alegrías, tristezas… pero nunca serán realmente compartidas, sólo serán mutuamente vividas y recíprocamente olvidadas.

“El lado oscuro de la luna,
Ardiente llama mi ser;
Si el sol no se le parece,
¿Qué es la luz?
Tempestades y tinieblas
Azotan la tranquilidad de mi alma;
El lado oscuro de la luna,
Consuela mi soledad,
Y su rocío,
Tibio como la noche alada
Del resplandor nítido
De mi corazón en llamas”
Destruye mi conciencia
Y me sume en el letargo.
Irremediablemente sola, perpetuamente insatisfecha…

Se partió la llave

Viernes, 1 de octubre

Ahí estaba ella, pensando, mirando la vacía calle en ésa lluviosa y fría tarde. Sobre la banca de madera descansaba su cuerpo –recipiente de su alma –empapado, frío… Sus ojos enfocados en algo etéreo, más allá de lo palpable y de lo visible, buscaban refugio en ese lugar, buscaban compañía. Pero si lo encontraban o no, sólo ella lo sabía. Ella, ella… el viento susurraba su nombre con una voz sosegada, calma, afectuosa. Con una voz que sus oídos no captaban pero que su corazón sentía.


Silente se preguntaba si ése sería su destino. Una banca de madera fría y solitaria. Una voz susurrante, una compañía invisible. El viento –su viento –le acariciaba el rostro en un intento de negación a su preguntar. Pero la lluvia lo había enfriado, así que lo que ella sentía no era la suave caricia de consuelo sino la fría afirmación de aquel espíritu ancestral que todo lo conocía.

Interrumpiendo sus meditaciones, una mujer mayor de cabello rojizo se sentó a su lado y, sin pedir permiso ni consentimiento, empezó una “charla” –más parecida a un monólogo –respecto a su vida. El malgenio de su hija Sonia, la espera ansiosa del regreso del colegio de sus nietos, el clima, la vida, sus dolores frecuentes, su pasado… Y ella sólo podía verla parlotear sobre todo y sobre nada a la vez, y tratar de corresponder de buena manera a sus sonrisas, pero su mente seguía en aquel lugar, sus ojos ausentes…

Repentinamente llegó un hombre mayor y se paró a su lado y en frente de la mujer. Su cabello poblado de canas y su ropa informal. Pronunció un “–Hola, señorita. Buenas tardes, doña Olga ¡Qué frío que hace! –. ” Y comenzó una conversación con la mujer. Y ella de nuevo escuchó las palabras provenientes de aquella con cabello rojizo. El malgenio de su hija, la espera ansiosa de la llegada del colegio de sus nietos, el clima, sus dolores frecuentes…
Silente se preguntaba si ese sería su destino. Una banca de madera fría, una voz susurrante. Una compañía insuficiente. Y, de nuevo, el viento –su viento –le acarició el rostro en un intento de negación a su preguntar, pero esta vez, ella comprendió su significado y se sintió feliz… Por fin, habían llegado por ella.
jejeje