18 de mayo de 2012

"Enigma"

Capítulo 1
El Comienzo


Lo que recuerdo de esa noche es su mirada.  Luego todo se volvió borroso.

Era pequeña, eso lo sé, pero sé que fue real.  No es como si no pudiera diferenciar la realidad de un sueño, aunque a veces me pasa.  Estaba en una reunión familiar en casa de mi abuela.  Todos estaban en la sala hablando y riendo, pero por algún motivo yo me levanté y fui al patio de atrás, no sé porqué, ya no recuerdo.  Todo es muy confuso.

Siempre me gustó la casa de mi abuela, grande de una sola planta, pero con una habitación con doble puerta, una hacia la sala y otra hacia el patio trasero, y con el comedor detrás de la cocina y una puerta de cristal que separaba el mismo patio que se comunicaba con la otra habitación, del comedor.  El patio estaba lleno de plantas con flores de diferentes colores y enredaderas, hermoso.  Pero lo que más me llamaba la atención de ese lugar era una escalera que parecía muy antigua, ubicada detrás de una puerta cerrada con candado.  Siempre quise saber porqué mi abuela la tenía cerrada, porqué no nos dejaba subir y qué había después de esa escalera.

Era de noche.  No recuerdo las escenas antes o después de lo que pasó, es como si el director de la película de mis recuerdos hubiera decidido que no eran importantes y las hubiera borrado conforme a su decisión.  Recuerdo que abrí la puerta de cristal sin saber porqué, sentía esa necesidad.  Ahora, que examino mis recuerdos, puedo decir que actué por trance, así lo siento.  Me senté en el escaloncito que había para bajar del comedor al patio y me quedé observando el cielo.  Hacía frío, lo sé, pero por algún motivo no lo sentía, mi vestido de algodón no era lo suficientemente grueso, pero era como si en ese momento el mundo se redujera al cielo, a esa luna.  Debieron pasar algunos minutos cuando mi vista quedó fijada en otra cosa: un par de ojos que me miraban directamente. 

Al principio pensé que era hermoso, un gato de ojos verdes en medio de la noche oscura.  Lo miré, quería ver qué hacía. ¿Maullaría, se erizaría o simplemente se iría?  Siempre me han «encantado» los gatos, además era una niña pequeña, curiosa ante todo.  Pero ese pensamiento duró apenas unos segundos, fue rápidamente reemplazado por el miedo.  Sí, miedo.  Tuve miedo de un gato negro con ojos verdes que me miraba de una manera absurdamente intensa, cuyos ojos enigmáticos no me permitían que separara mi vista de ellos aunque quisiera, cuya mirada me invitaba a quedarme para siempre aunque mi alma deseara huir despavorida como quería.  Miedo, miedo, miedo… y fascinación.  Yo quería huir, lo juro, pero mi cuerpo no respondía, estaba estática, petrificada, indefensa.  Pero también quería demostrarle al gato que yo era fuerte, que supuestamente no le temía.

De un momento a otro el gato se movió y dejó de mirarme, y yo volví a la normalidad, me paré y me acerqué a la puerta, preparada a correr.  Supe que no se había ido por cansancio o algo por el estilo, en ese momento mi papá me preguntó porqué estaba ahí afuera sola en ese frío cuando todos estaban adentro.  Ahí sí sentí frío.  Le conté a mi padre lo del gato, le dije que no dejaba de mirarme y que yo lo había mirado a los ojos también.  Y él, inmediatamente tomó un balde con agua del patio de ropas que quedaba cerca y un palo, y lo sacudió hacia donde había estado el gato mientras arrojaba agua.  Yo lo miré con curiosidad, dándole a entender que no comprendía el porqué de su reacción, y él, a modo de respuesta me dijo, “eso era una bruja”.




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