Hay muchas palabras que podrían describir el Castillo de Tintagel, como "antiguo", "hermoso" o "impactante", pero sólo hay una que puede expresar la sensación que despierta en ti tan pronto lo divisas: mágico.
No se trata sólo de la vista, un precioso acantilado que te hace sentir que te encuentras en el rincón del fin del mundo. No se trata sólo de las ruinas, antiguas y misteriosas, que evocan escenas difusas de caballeros y banquetes. Es la niebla, esa niebla eterna que envuelve todo: la roca y la hierba, las ruinas y el sendero, que te envuelve a ti y confunde ante tus ojos el mar, el suelo y el cielo. Es todo el lugar. No hay foto alguna que le haga justicia, Tintagel es magia y sólo puedes sentirla cuando estás ahí.
No se trata sólo de la vista, un precioso acantilado que te hace sentir que te encuentras en el rincón del fin del mundo. No se trata sólo de las ruinas, antiguas y misteriosas, que evocan escenas difusas de caballeros y banquetes. Es la niebla, esa niebla eterna que envuelve todo: la roca y la hierba, las ruinas y el sendero, que te envuelve a ti y confunde ante tus ojos el mar, el suelo y el cielo. Es todo el lugar. No hay foto alguna que le haga justicia, Tintagel es magia y sólo puedes sentirla cuando estás ahí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario