Desearía poder arrancar mi corazón y dejarlo
plasmado en el violín, hacer que cada nota fuera única y llegara a los rincones
más recónditos de este universo. Así,
como una exhibicionista, podría mostrar al mundo lo que llevo dentro y librarme
de mi caos por un rato. Pero no
puedo. Las palabras han sido siempre mi
maldición. Igual que las notas que no
puedo interpretar correctamente, las palabras se me escurren entre los dedos y
se vuelven un charco sin alma a mis pies, un espacio de nada con apariencia de
algo sin lo que, a diferencia de las notas, no podría vivir. Son mi tormento, mi hermoso tormento. Imperfectas pero siempre presentes. Vacuas pero necesarias. He sabido vivir sin las notas, más sin las
palabras no sobreviviría.
Y, sin embargo, desearía saber tocar mi violín,
desearía llorar y reír con él, entregarle mi corazón por completo. Pero no he podido arrancármelo. Lo máximo que he logrado es cortar trocitos
de él y meterlos en un tarro, encender una lámpara incandescente y contemplarlos
en el microscopio, esperar a que sean algo.
Pero los trocitos no laten, sólo sangran. No cantan, ni ríen, ni saltan, ni sueñan,
sólo adolecen. Lloran recordando la
parte de la que provienen, esa gran parte que es mucho más que las sombras y la
desazón en la que viven, condenados, en el tarro bajo la luz y el microscopio. Desean volver a esa gran parte que es risas y
anhelos, recuerdos y despedidas, alegrías y sueños, tristezas y victorias. Y yo deseo que lo hagan.
Esa gran parte que no he podido entregar es la
que escucharía el violín, que hablaría sin palabras, alcanzando lo inefable. Porque no hay algo más melancólico que
escuchar a un violín llorar y nada más alegre que oír su aguda risa, porque la
música alcanza lo que no pueden las palabras, esas palabras, benditas y
desdichadas, que no me dejarán jamás.
«Hibike, hibike, hibike».
«Resuena, resuena, resuena». Explota
dentro de mí y aleja a mis elusivas e inocuas palabras, rellénalas,
complétalas. Que tus sonidos les
insuflen alma. Toca para mí y yo las
tocaré a ellas. Suena para mí y yo las
transformaré en algo hermoso.
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