¿Por qué hago esto? Manía.
Siempre he tenido la sensación de que algo va a pasar. De que voy a perder la memoria -he ahí la razón de mi caja de recuerdos- o me voy a ir pronto de aquí -¿puede ser que lo espero?-.
Mis posesiones corrientes se las dejo a mis hermanas -si es que alguna quiere algo de eso-. La ropa, bótenla o regálenla, no importa, no creo que alguien la quiera, bueno, excepto el corsé, creo que eso sí les gustaría... Respecto a mi posesión más preciada, mis libros, entiérrenme con ellos, para que podamos estar juntos. Mentira, repártanselos o regálenlos a alguien que sí los quiera. O consérvenlos, de tal manera que cuando quieran entretenerse un poco lleguen a recordarme al ver mi nombre escrito en la primera o última hoja...
Más bien, entiérrenme con mi caja de recuerdos, al fin y al cabo, son ellos todo lo que fui para los demás... No. Si quieren, quémenla, después de todo ya no soy eso que fui...
Las fotos, mis preciosas condenas, ¿las quieren? cójanlas... creo que a esta altura, ya no me puedo -por más que quiera- apegar a nada.
¿Qué más tengo, a ver? Resumamos -resumo, resumo... siempre pluralizándome... -: lo que quieran, cójanlo. Fin del asunto.
Ya no albergo la infantil esperanza de que se llegue a publicar algo de lo que he escrito. ¡Oh, infantil deseo! ¿Qué son mis letras para ser leídas por otros? Quémenlo, quémenlo todo o guárdenlo. Como prefieran... aunque sería difícil quemar este blog olvidado, los cuadernos sí son fáciles de destruir... Hagan como gusten.
Respecto a la donación de órganos, sáquenme todo, menos los ojos. Creo que ellos son demasiado míos. Aunque, pensándolo bien, sería problemático que alguien recibiera mi corazón -para él o ella, por supuesto-. ¿O es el cerebro? -lo es-. Bah, como sea, será su problema, después de todo, no el mío. Sáquenme todo, menos los ojos...
No me entierren. Crémenme pero no me olviden. Como dije alguna vez, "¡Que se queme todo!".
A mis padres, perdonen mi egoísmo. No les dejo nada, ya tuvieron demasiado de mí. A mis hermanas les he dejado mis pertenencias, y no sólo eso, albergo la esperanza de que quedará en ustedes más de mí que lo que les dejo en este escrito. Las amo -o ¿las "amé"?-. A mis amigos, queridos míos, mi corazón. De verdad los quise...
¡Ah, me olvidaba! Una ceremonia corta, esparzan mis cenizas donde lo consideren conveniente, me cansé de tomar decisiones. Eso sí, que suene el violín que, tristemente, no pude tocar...
¡Buen viaje, feliz travesía para ustedes!. Deséenme, de corazón, una próxima feliz siguiente vida... -O el paraíso, si creen en ello-.
«Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris.»
¿Que por qué hago esto? Manía: nunca pude evitar escribir los finales primero...
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